La esposa del sacerdote tiene una misión difícil, pero única
Antes de aceptar convertirse en esposa de sacerdote, la mujer debe preguntarse si realmente este es el anhelo de su vida.
La cruz más difícil para una mujer es la de ser esposa de sacerdote (...). Su esposo estará todo el día en la iglesia, con los fieles, mientras ella habrá de quedarse en casa cuidando a sus hijos. Talvez ella quiera salir a distraerse a algún sitio, pero su esposo no podrá hacerlo. En lo que respecta a los días de descanso, especialmente los domingos, ni siquiera cabe discutirlo. Y si, además, la mujer trabaja en algún sitio que no está relacionado con la iglesia, es posible que algunos de sus colegas la miren mal o la eviten. Si viene alguien a visitarlos, casi siempre ella deberá permanecer en un segundo plano, porque usualmente se tratará de personas que buscan algún consejo o la ayuda del sacerdote; luego, el deber de la esposa es ser amable con todos.
“Los hijos, la fundación de una ciudad harán que perdure tu nombre: la mujer irreprochable supera a uno y otro.” (Eclesiástico 40, 21). “Su marido es conocido en las puertas de la ciudad.” (Proverbios 31, 23).
El sacerdote queda atado por medio de la Confesión. Mucho de lo que le preocupa no puede compartírselo a los demás, ni siquiera a su propia esposa. Así, necesitará tener mucha sabiduría espiritual.
Al comienzo, muchas presbíteras* se quejan. Por ejemplo, cuando ni siquiera ha pasado un mes de la ordenación de su esposo, ella ya le ha reprochado varias veces: “Sacrifiqué todo por ti, y tú no haces otra cosa que alejarte de mí. Tú recibiste el altar, pero yo, en cambio, me he quedado sola”. Y, seguramente, él le responderá: “¡Ten un poco de paciencia! Pronto estaremos juntos nuevamente”. Sucede entonces que la relación entre ellos comienza a mejorar: ella se convierte en su principal auxilio, el más importante. Su matrimonio adquiere, así, una nueva forma, mucho más profunda.
Pero también hay muchas presbíteras que, con el tiempo, comienzan a añorar la época en la que solían asistir al teatro o a conciertos.
Por eso, antes de aceptar convertirse en esposa de sacerdote, la mujer debe preguntarse si realmente este es el anhelo de su vida.
*Nombre que recibe la esposa del sacerdote ortodoxo. (N. del T.)
(Traducido de: Pr. Prof. Gleb Kaleda, Biserica din casă, Editura Sophia, București, 2006, pp. 251-252)